En 2022 se cumplen 40 años de la premier del largometraje cubano de ficción Cecilia (1982).
Cecilia es una versión libre del maestro Humberto Solás sobre la novela cubana Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, de Cirilo Villaverde.
La trama central de la novela es conocida por la mayoría de los lectores del territorio nacional, e incluso por algunos fuera de esta Isla.
Esta importante obra producida por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) está marcada por la polémica aún vigente y la transgresión.
Cecilia se convirtió, a raíz de su estreno, en un verdadero fenómeno cultural; así lo reflejó la amplia cobertura que le brindó la prensa nacional al tema.
Al respecto, el director de la Cinemateca de Cuba, Luciano Castillo comentó:
“En aquel entonces, el crítico Mario Rodríguez Alemán, quien escribía para el periódico Trabajadores, comenzó a publicar una serie de diatribas (alrededor de cinco) contra la cinta, ponderando los valores de la obra literaria y el irrespeto de Solás al versionarla”.
Castillo recuerda que ello provocó ataques directos a Humberto Solás. Llegó a decirse, inclusive, que había consumido íntegramente el presupuesto del ICAIC.
Pero todo fue mentira: “La realidad evidenció que razones extracinematográficas respondieron a una suerte de animadversión hacia la película”, aclaró.

Eso sí, hay que reconocer que la realización de Cecilia conllevó gastos que ascendieron a niveles desconocidos en Cuba hasta ese momento.
No obstante, esta se convirtió en la más querida e imperecedera obra de Solás.
El destacado cineasta, sobre la base del clásico de Villaverde, construyó una mirada auténtica a asuntos como el racismo, el sincretismo, la esclavitud, la falsa moral y las contradicciones de la clase aristocrática en la primera mitad del siglo XIX cubano, elementos claves en el surgimiento de la nación caribeña.
Sin embargo, sus buenas intenciones no la salvaron de los fieros detractores, quienes hicieron pagar caro al cineasta su libertad de creador, según afirmó en varias entrevistas.
Jamás se había cuestionado tanto en nuestro país la calidad de una película (Cecilia), y la política de desarrollo de una institución cultural (ICAIC), como en los meses posteriores a dicha superproducción.
Según el profesor Joel del Río, el filme “destaca sobre todo por la intencionalidad dramática de la iluminación y del color, la vitalidad de los movimientos de cámara…
“La calculada y pictórica expresividad del encuadre, lo abigarrado y prolijo de la escenografía, así como el subrayado obsesivo de los histriones”.
Y añade: “Cecilia explica y reinterpreta el proceso de intercambio de valores y esencias que ha dado lugar a lo que somos hoy.
“Describe el espesor de esta amalgama étnica y cultural, e ilustra el proceso de sincretismo que se ha verificado en la Isla en términos de arte, religión, costumbres, maneras de ser y de pensar”.

Si esta cinta se hubiera filmado para asegurarse un éxito, evadir los desafíos y manipular con un sentido oportunista aquellos estereotipos que tanto han contribuido a consolidar una falsa identidad del “cubano”, la injuria de Rodríguez Alemán habría podido entenderse.
Pero tratándose de una película que es un ejercicio de libertad creativa, merecía como mínimo una aproximación capaz de rebasar la pueril demanda de imitar servilmente al original.
No por gusto, para el creador de películas antológicas como Un hombre de éxito (1986) y El siglo de las luces (1992), se trataba de su mejor obra, por ser la más estudiada y rigurosa. Y como él mismo confesó:
“Que una película tuviera esa capacidad demoledora de cuestionar desde una novela hasta una institución, de provocar un enfrentamiento tan fuerte, me reveló la porción viva de mi trabajo”.