
Licenciada en Periodismo (2020) en la Facultad de Comunicación de…
Cuando Jaime Prendes llegó a la Isla de Pinos, a los seis años, ya tenía una cámara para mirar el mundo.
Jaime vio la Isla de Pinos como nadie, como suya.
Su padre, Jesús Benito -un profesor de Química habitado por un alma artística-, le mostró los misterios de un cuarto de revelaciones que se inventó en el baño de la casa.
Al frente, un parquecito se convirtió en locación de los primeros videos y trucajes de cámara. Horas y horas de grabaciones que todavía existen.
Desde entonces su mirada permaneció inquieta. Jaime Prendes retrataba todo, lente al hombro, dispuesto a la sorpresa.
Vio la Isla de Pinos como nadie, como suya, como otra, envuelta en la magia de una luz desgarradoramente hermosa.
Miraba más allá de los paisajes y le arrancaba a la Isla sus ensueños, sus dolores, sus silencios.

A esa tierra, a la que no se llega por naufragio, se aferró sin remedio. Ni aun los muchos premios ni sus trabajos en películas de Fernando Pérez (Últimos días en La Habana, 2015; Insumisas, 2017) lo deslumbraron.
Él era El Ojo de Isla de Pinos. Su pasión estaba allá, al sur del sur de este archipiélago, en la Isla pequeña habitada por gente de corazones grandes.
Allí quedó conquistado por un amor que permaneció hasta después de la muerte: a nueve días de su Bella, su musa, partió él, camino a ese lugar donde todo es eterno.








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Licenciada en Periodismo (2020) en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Directora de la revista Cartelera. Acreedora del Premio Apunto y el Manolito Carbonell. Amante de la música y la poesía.