Según el escritor y guionista cubano Guillermo Cabrera Infante, tres pueden ser los considerados ilustres visitantes a La Habana en la década del 30 del siglo XX: Federico García Lorca, Ernest Hemingway y Walker Evans.
Todos dejaron registro de su estancia e impresiones de La Habana.
Los dos primeros lo harían desde sus ya entonces probadas dotes con el verso y la prosa.
En cambio, Evans encontraría en la capital cubana el sitio donde encajar el estilo y la materia para hallar su propio camino como fotógrafo.
Algunas de sus imágenes son conocidos antecedentes del documentalismo contemporáneo.
Su estatus como obra artística se consagró en 1938 cuando por primera vez el Museo de Arte Moderno de Nueva York albergó una exposición monográfica.
Titulada Evans’s American Photographs, en la exposición se incluyeron estampas de su serie habanera.
Sin embargo, para Evans no fue más que otra oportunidad laboral en plena depresión económica.
El encargo lo hacía la editorial J. B. Lippincott Company: Ilustrar el libro The Crime of Cuba, de Carleton Beals.
Un libro que buscaba exponer el desgobierno en la Isla bajo la segunda presidencia de Gerardo Machado, conocido por la historia nacional como El Tirano.

Cerca de 400 instantáneas fueron tomadas durante las 3 semanas de estancia en Cuba.
Guiado por una visión etnográfica inconsciente, Walker Evans fotografió las clases habaneras más humildes:
Obreros, campesinos deambulantes, mendigos, hombres de barrio y amas de casa solitarias.
Bien los retrató solos o en grupos, a modo de retrato puro y posado con fondos sólidos, bien inmersos en su realidad social, inconscientes de ser fotografiados.
Su antecedente en la documentación de casas victorianas de Nueva Inglaterra para ilustrar un libro sobre la arquitectura norteamericana del siglo XIX también tuvo impronta en la serie habanera.
Lo hizo al fotografiar fachadas coloniales, expresiones del barroco y el decó cubano, paisajes urbanos de gran alcance, o vistas subjetivas de calles barriobajeras.
Poca relevancia alcanzó la obra de Beals, más allá de ser pretexto y portador primigenio del trabajo de Evans, republicado en libros dedicados exclusivamente a la serie.
Sus imágenes consolidaron para la posteridad un estilo basado en la fotografía de calle, directa y sin artificios.

El sociólogo Oscar Lewis le llamaría estética de la miseria, un acto cuasiposmodernista de apropiación.
Así, ofrecía las evidencias más palpables de la crueldad del régimen de Machado.
La valía de la serie la intuyó su autor, quizás atribuyéndola más al contenido que a la forma.
Su excitación e involucramiento son evidentes en la carta que envió a Beals, fechada el 25 de junio de 1933:
«I have been back from Cuba. It´s a grand place and I´d be sorry not go there again».
Nunca lo hizo.
Sin embargo, 88 años después un equipo de fotógrafos nos hemos propuesto reandar sus pasos.
Para ello, hemos refotografiado algunos de los escenarios que Evans inmortalizó con el lente.




Texto, coordinación y montaje: Darío Gabriel Sánchez.
Refotografías: Lázaro Darias y Christian Castro.