Basta caminar por la avenida más céntrica de San Antonio de los Baños para inferir que se trata de una localidad singular.
El paseo por la Calle Real inicia con el cruce del río Ariguanabo, símbolo de San Antonio y cuyo nombre da origen al gentilicio de los aquí nacidos.
Por ella transitaron, en siglos pasados, grandes personalidades, como la condesa de Merlín, el escritor Cirilo Villaverde, el Barón de Humboldt y el rey Luis Felipe I de Orleans.
De 1794 data la orden real de constituir la Villa San Antonio Abad, denominación que cambió por el gusto popular de quienes disfrutaron los baños refrescantes, y cuentan que milagrosos, del afluente.
Desde ese entonces la historia local atesora tradiciones y costumbres.
El tabaco fue el primero y más extendido cultivo en las tierras ferralíticas rojas de San Antonio, antes, incluso, de fundada la Villa.
Cabe destacar que las cosechas tuvieron excelente calidad y su proceso artesanal todavía perdura.
Si algo distingue a los ariguanabenses es su apego a lo tradicional, a ese legado de los primeros pobladores que se asentaron en los bosques vírgenes de la zona.
Se trata de familias que habitaron estos parajes al encontrar las provisiones necesarias en la taberna del Tío Cabrera.
Sobre ello aún hay evidencias a 228 años de este suceso que define una fecha fundacional.
El cantautor Silvio Rodríguez destaca en su canción Llegué por San Antonio de los Baños:
“Soy de un viejo bosque de oro maderal que los hacheros fueron a extinguir. De una taberna rústica local, que daba de beber al porvenir.
“De un viejo manantial medicinal que ayudaba a la sangre a revivir, del surco de la vega original y soy de la aventura de existir”.

Fue la Colonia un periodo de florecimiento cultural en la vecindad fundada por la familia Monte Hermoso.
Más de cien publicaciones, entre revistas y periódicos, encontraron seguidores.
De igual modo, la música, la literatura y las ciencias despuntaron con dignos representantes. En el siglo XIX se fomentó el arte, los oficios y la enseñanza.
El Círculo de Artesanos, inaugurado en 1881, fue una de las instituciones más fieles al interés de los obreros.
Fue también escenario de bailes como el de las flores, la guayabera y la camisa rara.
A ello se sumaron los paseos de carnaval y las conocidas Verbenas con su primera celebración en 1921.
A pocos años de establecida la Neocolonia, en San Antonio, Julio Antonio Mella fue el artífice de la lucha obrera.
El Círculo de Trabajadores se convirtió en Aula Magna de la Universidad.
En 1930, un año después del asesinato del líder estudiantil, comenzó la tradición de rendirle tributo, en el mismo sitio, donde hoy se erige un busto dedicado a su memoria.
Por otro lado, de la caricatura y el humor, San Antonio es sede.
Un majestuoso museo, monumento nacional, es responsable de las bienales donde concursan fieles exponentes de este arte tan llamativo, secundados por las humorangas.
Los trazos de los nativos de este terruño: René de la Nuez, Eduardo Abela, José Luis Posada Medio y Ángel Boligán forman parte de la colección de la institución, única de su tipo en América.

A su gente le gusta caminar por las calles porque usan las aceras para sentarse.
Celebran la festividad del Santo Patrono el 17 de enero, el día del ariguanabense ausente, el último domingo del mismo mes, y la semana de la cultura, en septiembre.
Afirma su historiador, José Miguel Delgado:
“Este pueblo posee numerosas tradiciones que con el tiempo se han ido perdiendo. Aunque son recuperables, es difícil que sea como antes, pero es válido recalcar que estas celebraciones fueron muy seguidas y esperadas. Valdría la pena”.
Por Adian Acevedo Gonzalez