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Sobre José Martí y mi infidencia

Sobre José Martí y mi infidencia

Infidente

Lo confieso, me gusta imaginar que por algún parentesco remoto y de Canarias el cineasta Fernando Pérez y yo tenemos lazo sanguíneo con doña Leonor, madre de José Martí: el Pepe serio de los cubanos.

En la película sobre José Martí, El ojo del canario, en algunas de sus imágenes aprendí a mirar La Habana de intramuros, la muralla que derruían en esas fechas del filme.

Me contaron que Fernando quedó muy conmovido durante su visita a la Finca El Abra.

Cuentan que Fernando declaró como en trance espiritual en el cuarto que ocupara el joven infidente: …Aquí hubiera finalizado mi película de haber conocido yo antes este sitio… Fue algo así.

Solo un rato después alguien me lo presentó diciéndole que yo escribía una novela sobre la estancia pinera de Martí en El Abra.

Él me dio el número de su teléfono y jamás lo llamé.

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Finca El Abra. Foto: Jaime Prendes.

Mi historia crecía y yo sentí que a cada paso y cuartilla que redactaba más me adentraba en camisa de once varas, en el monte de lo literario.

Conspirar con la ayuda de la martiana Carmen Cadena fue una complicidad y un placer fabulativo: ¡Ay, muchacho…!

Decía esta otra Carmen, no Zayas Bazán ni Miyares, mientras corregía mis lagunas y anacronismos.

Yo, por ripostar, terminé convirtiéndola a ella misma en uno de mis personajes.

Tampoco redactar las cartas de José Martí con sus hermanas, madre y padre fue mi desafío mayor, aunque sí el más elogiado.

Muchos creyeron que en verdad había yo encontrado esas cartas chamuscadas por el fuego y amarillas de vejez.

Qué buen mentiroso soy, me dije en par de ocasiones que hasta eché unas lágrimas mientras leía dos de esas cartas en público.

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Cuarto en la Finca El Abra. Foto: Jaime Prendes.

Pero algo que recuerdo con gozo y estímulo fue leer Mis buenos tiempos, de Raymundo Cabrera, el padre de Lidia Cabrera, deportado en 1869 a Isla de Pinos solo un año antes que mi coprotagonista.

Mi reto fue entonces orwelliano: viajar en el tiempo a esa Nueva Gerona colonial y de finales del siglo XIX y del mundo, reconstruirla y arrasarla como un huracán.

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Buscar sus personajes y mentirosos, hacerlos confluir en mi otrora aldea insular con un joven que va en calesa a enviar su correo al puerto La Guásima en el río de las Casas.

Investigar, leer Historia para imaginar lo que pudieron haber sido esos dos meses y seis días de convivencia del joven poeta respondón con la familia del catalán José María Sardá…

Las montañas, esclavos, el arroyo, las aves cantoras y la pajarera de doña Trina en la masía catalana…

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Cocina en la Finca El Abra. Foto: Jaime Prendes.

La realidad, sea silenciada u olvidada, siempre resulta mucho más sabrosa para la ficción.

Desde entonces toda novela es un viaje y creo que escribo mejor, y sonrío cuando alguien con picardía me dice que disfrutó mi libro o me llama: el Infidente de Nelton Pérez.

O ruega que le escriba unas palabras de mi José Martí… o el Pepe serio de los cubanos.

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Reloj solar en la Finca El Abra. Foto: Jaime Prendes.

Por Nelton Pérez Martínez

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