Ánima y Pequeños bocetos del desencanto, dos muestras del arte femenino en Cuba.
Dice un refrán que los extremos se tocan y otro, que todos los caminos conducen a Roma. Ambos aplican para las exposiciones Ánima de Ailen Maleta y Pequeños bocetos del desencanto, de Tahimí Cugat. Las muestras, que han podido ser apreciadas de manera virtual, abordan mediante técnicas muy distintas la temática de la mujer y sus preocupaciones.
Ailen, fotógrafa, trabaja el blanco y negro con un contraste suave y una escala de muchos grises. Lo hace rodeada de paredes blancas que crean un ambiente casi estéril y de quirófano, extraño para las labores que realiza en su propio hogar, un lugar supuestamente cálido.
Tahimí, quien alterna la música clásica y la pintura, contrasta superficies planas de color. Además refuerza el trazo grueso del carboncillo y no da protagonismo a los ambientes: la figura humana es quien está en primer plano.
Fotos y pinturas de mujer
Sin embargo, tienen algo en común: la mujer, su cuerpo, desnudo o semidesnudo, pero sin convertirlo en objeto de deseo ni admiración estética. Ailen se emplea a sí misma como modelo, pero… ¿sin que podamos verle el rostro, sabemos si es realmente ella? Tahimí representa figuras vagas, sin edad, estatura o raza. Seres anónimos, agotados, animalizados por la compulsión de comer o cosificados como un artículo más de las labores del hogar.
Son fotos y pinturas realizadas en parte durante el confinamiento por la COVID-19. El efecto de esta se hace sentir desde las atmósferas que crean hasta su vía para que el público pudiera acceder a las muestras. Ambas fueron subidas a las redes sociales de sus creadoras a modo de transmisiones de Instagram o historias de Facebook.
¿Original? Quizás no sea la palabra que defina a ninguna de las dos, ya que como dice otra frase conocida, “nada es nuevo bajo el sol”. Esta serie fotográfica de Ailen recuerda formal y conceptualmente a trabajos de Marta María Pérez Bravo y Cirenaica Moreira. Los bocetos de Tahimí remiten a tendencias tan diversas como el tenebrismo de Goya o el boom del neoexpresionismo en Cuba a partir del taller de Rocío García.
Lo innegable en ambas es su sutileza. Esa capacidad de sugerir, de convertirse en un medio para transmitir realidades sociales o angustias personales sin transformarlo en un panfleto. Cada cual a su manera deja margen a la interpretación, o sea, hacen arte.
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