Nació en Nueva York el 11 de febrero de 1923, hace cien años, pero Rosita Fornés fue una cubana genuina, con chispa y elegancia sin igual.
Las dotes artísticas de Rosita Fornés fueron alimentadas desde pequeña, cuando su abuela usaba las arias operísticas para calmar las inquietudes y travesuras de la niña, a la vez que se inventaba fabulaciones sobre los argumentos de esas piezas.
Tan bien le aprendió, y tanto le gustó la diversión, que a los 13 años, en el barco que la traía de España a Cuba, hizo su primera presentación pública: el tango Silencio en la noche de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera.
Solo dos años después, convenció a sus padres para presentarse en el popular programa La Corte Suprema del Arte.
Ganó el concurso y a partir de entonces comenzó su preparación académica.
Su entrada grande a los escenarios la hizo en el Teatro Principal de la Comedia, a los 18 años de edad, donde conoció a Ernesto Lecuona, quien la invitó a participar en su compañía lírica.
Rosita Fornés se convirtió pronto en una estrella de escenarios diversos: teatro, cabaret, radio, televisión.
Cultivó con gracia desde el género lírico hasta la zarzuela, pasando por el teatro dramático y la comedia.
Las cámaras del séptimo arte comenzaron a amarla desde 1939, cuando debutó en el filme Una aventura peligrosa, cantando por primera vez una canción cubana («Intrusa», compuesta por Ramiro Bonachea) para esta película.
Justamente el cine y la televisión la hicieron muy popular en la década del cuarenta en Cuba y en América, donde actuó con los famosos actores y actrices de la época.
Entre ellos, Hugo del Carril, Luis Sandrini, Libertad Lamarque, y también Rita Montaner, Bola de Nieve, Benny Moré, Esther Borja, Lecuona o Armando Romeu.
En 1945 -a los 22 años de edad- ya había hecho carrera, era previsible que levantara vuelo y buscara nuevos horizontes, La nueva “conquista” fue México.
Debutó en la cinematografía azteca en la película El deseo, de Chano Urueta.
Era una vedette. Y como tal protagonizó innumerables revistas en los teatros Arbeu, Lírico y Follies.
El 15 de septiembre de 1946, Rosita Fornés inauguró el Teatro Tívoli, con la representación de la revista Chofer al Tívoli.
La Asociación de Periodistas Mexicanos la proclama Primera Vedette de México.
El galardón se repetiría entre los años 1946 y 1950; mientras que en 1951 y 1952 es declarada Mejor Vedette de América.
Fundadora de la televisión cubana, es considerada una de las mejores intérpretes de Siboney y Siempre en mi corazón.
Rosita Fornés falleció el 10 de junio de 2020 a los 97 años en Miami a causa de un enfisema pulmonar.
Entre los galardones más importantes concedidos por su carrera de éxitos, figuran el Premio Girasol -premio de popularidad- de la revista Opina en la década de 1980.
El Premio Especial de Interpretación en el Concurso Guzmán, en 1984, la Orden Félix Varela (1995), el Premio del Gran Teatro de La Habana (1988) y los Premios Nacionales de Teatro (2001), Televisión (2003) y Música (2005).
Asimismo, en febrero de 2011, don Juan Carlos I, rey de España le concede la Orden del Mérito Civil.
Sin embargo, ninguno de esos premios se compara con el cariño que su sonrisa, carisma y naturalidad le ganaron entre el pueblo.
Este mes Cuba recuerda el centenario de la última vedette que diera esta Isla: Rosita Fornés.